divendres, 4 de febrer del 2011

Portugal, tan lejos

Este domingo hará ya dos semanas de las elecciones a la presidencia de la República de Portugal y se puede decir que, entre nosotros, su eco ha pasado con la misma rapidez e indiferencia que si se hubiese tratado de Guinea-Conakry, Vanuatu o Belize. Siempre me ha sorprendido y disgustado este desinterés catalán por Portugal, país con el que tantas cosas tenemos en común, en el pasado y en el presente. Unidos a España por la espalda, fachada atlántica y mediterránea de la península ibérica, respectivamente, unos y otros ya hace tiempo que deberíamos haber hecho una alianza de intereses, ya que a todos nos conviene una península multipolar y no radial, con sede central en Madrid. Nos conviene en la economía, el transporte, la cultura y la política.

De hecho, se puede decir que Portugal nos debe una. Inmersos ambos, en 1640, en una guerra contra Castilla, ellos consiguieron librarse y proclamarse independientes, al tener el grueso de las tropas enemigas centradas en Catalunya. Hablábamos de ello, en una cena memorable, delante del río Tajo, en Lisboa, con Mário Soares y Manuel Alegre. Este último, candidato de la izquierda a la presidencia de Portugal y buen conocedor de la poesía catalana, es un destacadísimo poeta, novelista, vicepresidente del Parlamento y autor del preámbulo de la constitución de su país, donde el primer valor al que se hace referencia es la "independencia nacional". Ya desde la época de su activísimo exilio en Argelia, ha unido siempre los planteamientos de izquierdas con la defensa de la identidad nacional, sin ningún tipo de complejo.

La iniciativa privada catalana ya hace tiempo que tiene en Portugal un peso notable, mientras que, por el contrario, las relaciones políticas entre partidos instituciones son, de hecho, prácticamente inexistentes y las culturales son mínimas. Es una lástima que así sea y que no podamos beneficiarnos de unos flujos de relaciones que tan positivos serían en el ámbito cultural, para nuestras lenguas, y económico, pensando sobre todo en el mercado tan interesante que configuran los países de lengua portuguesa. Y, lógicamente, también en la política.

(artículo publicado en NacióDigital.com)

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